El pasado viernes estuve en la fiesta de cumpleaños de un amigo. Le conocí en la ESI, en primero, y me costó no poco tiempo a su lado darme cuenta de que tras su fachada de hijoputa, se escondía un gran tipo. Sus comentarios ácidos eran famosos entre todos sus compañeros y amigos. Recuerdo que descubrí que era humano cuando en segundo se enchochó con una de las niñas del nuevo curso; a Iceman (que gentilmente cedió el nick a Kimi Räikkönen cuando ya no le hacía falta) no e le conocía debilidad, hasta que llegó «la circunferencia perfecta». Así la llamábamos, no preguntes por qué.
Le llamábamos el JAGA, porque esas eran las iniciales de su nombre, iniciales con las que marcaba todo lo que le rodeaba. Cuando se compró un scooter, no era un scooter cualquiera, era el JAGAmovil. Supongo que ya nadie le llama así, salvo cuando nos juntamos las viejas glorias.
Muchos han sido los cigarrillos que me hemos echado él, Roberto, Cuco…. en los descansos de biblioteca; juntos hemos vivido momentos de frustración, desánimo y rabia, pero siempre sabíamos resolverlos con humor; fue una suerte encontrarles. Había ocasiones en las que las risas no parecían tener fin: de aquí podrían haber salido muchos monólogos para cualquier «Paramount Comedy» o similar, y en casi todos estában él, Oscar, Roberto, Cuco…
Ahora le veo feliz, junto a Conso y cerca de su hábitat en la Alameda… y me alegro, me alegro de volver a verte, amigo.
La Máquina de Café 